a propósito de ver un indigente temblando de frío
Espero dormir calientito -hace un frío despiadado- sin olvidarme de ese indigente que vi temblando, no por frío sino por la vida que lo pilló tan solo. Y se activa ese egoismo subversivo de querer ayudarle con algo que al final nos hace sentir bien a nosotros. Esa absurda postura judeocristina de ser piadosos para juntar puntos en un pizarrón de permios y castigos. El telejuego de Dios. Espero dormir agradecido aún cuando de manera tan naif, me asquea la conformidad burguesa de sentir que todo lo merecemos. Quién dijo eso???. Bonita forma de olvidarnos sistemáticamente de las injusticias. El nuevo hedonismo justificado. "YO me merezco todo"...y si alguien pregunta por que el otro no, nos podemos limitar a decir absurdamente por que él no lo decidió, cómo si la sola decisión de un judio en un campo de concentración hubiera bastado para que no lo mataran por la simple condición de su código genético. Espero dormir abrazado a la idea de que, sea como sea, estoy vivo y al decir esto me cuido de toda influencia de esoterismo barato o de ese cargo de conciencia adjudicado por internet. Le pido a Dios que no se me olvide el costo cósmico de mi existencia, del número de estrellas que ya murieron y que siguen vivas por una cuestión matemática de tiempo. Cómo hablar de esta tremenda paz de estar en casa sin que me sienta un cínico, cómo sentirse vivo cuando este mundo está atravezado por una violencia impresionante, por su pujante condición de destruir, cómo hablar de esas tremendas ganas de hacer algo por esos que caminan por las calles recordándonos que los milagros no existen para ellos, que ellos nos los tocó, que lo que les bastaba era una simple oportunidad. Cómo podré taparme sin sentirme más individuo, sobreinformado y sobreprotegido. Cómo intentar esa lepra social, puesto que ser colectivo es políticamente o más bien esotéricamente incorrecto. Me quiero recostar y pienso en esa mirada -tengo derecho a escribir sobre todo eso y ese indigente existe en este texto-. Tengo la esperanza y la decisión de que estas palabras le cubran de éste frío -que es el reflejo de este frio lacerante que es más social que metereológico- y que a mi no se me olvide que, auqnue nadie sepa su dirección, Dios existe.