Tan extraordinario como cualquiera
Llegué de último, aparecí de pronto en casa como el más pequeño. En las familias grandes no hay reinados muy largos. Un simpático intruso. Como siempre, todos llegamos a esta fiesta que ya ha comenzado. Una conversación avanzada a la qué hay que incorporarse.
Una hoja en blanco que de a poco se fue llenando y con una historia pre-cargada y otra más por actualizar. Un nuevo dispositivo al qué hay que bajarle todas las apps disponibles para ser un buen ciudadano, el peso de la expectativa, justificar la existencia y la intromisión: lenguaje, listo! Idiosincrasia, listo; buenos modales, listo; respeto a los mayores, listo; fe en 17 tomos y religión en 366, listo! Música y quehaceres, listo!; como ser hombre, listo!! Y así y así.
Una infancia sin accidentes ¿Qué iba a saber yo de otras cosas?. “Déjaselo a los mayores que ellos sí saben lo que hacen, están aquí antes que nosotros”. Nunca tan feliz, nunca tan ignorante; nunca tan puro y siempre, siempre menos letal. Pereciese que un niño nace incompleto y es muy fuerte esa tentación del sistema de llenarlo; pero creo que es lo contrario, que nacemos completos y nos vamos desacompletando y fragmentando en pequeñas habitaciones vacías insoportablemente limpias qué hay que llenar. Nadie sabe quien nos llena, pero cuando queremos llenarnos ya no tenemos tanto lugar y terminamos aceptando lo que ya hay dentro. Le decimos congruencia o “así es la vida”. Un anciano diría que su mayor estupidez fue desear vehementemente ser un adulto (que resumiendo es vivir o intentar sobrevivir con lo que nos pusieron dentro). Un anciano es un niño decepcionado, aturdido y desorientado que va de regreso. Como si hacerse chiquito le permitiera regresar a un edén que todos hemos perdido. El exilio, la migración hacia ningún lado.
La adolescencia es una enfermedad crónica, no una condición ni una etapa. Hay quien no sobrevive a ella. Y las hormonas son el medio de contagio . Se es lo suficiente y hormonalmente arrogante y prácticamente un simple imbécil. Un capullo que se rompe desde dentro y si lo ayudas le agregas más taras a su existencia. Sin grandes novedades. Pasamos de ser seres sintientes a seres deseantes. El deseo nos carcome por dentro y el cuerpo se desgarra por dar su último estirón. Nuestro aguijón rompe carne viva para brotar y anunciarnos en el mercado. Equipados con el veneno más mortal, somos tan torpes como peligrosos. Esa parte de la historia la escribieron los descalabros y las desilusiones. Tanto dañamos cómo nos dañaron por tratar de estar cerca de alguien. Un torpe y jarioso puercoespín. Chocar de frente con uno mismo y aparentar que no pasó nada, chocar con otros sin saber qué es lo que pasa, asumir los daños y cada quien que se lleve su golpe.
Luego, sin ningún rito de paso, una juventud que hay que domesticar. Una especie de estado vital de ira y contención, un brutal don que traza nuestra propia jaula la cual hay que saber sobre llevar con orgullo. Caerse espectacularmente pero levantarse y decir "así me agacho". Ese recorrer nuestro pequeño gueto de poder de unos cuantos metros y decir “aquí soy libre”. A esas alturas ya con dos que tres abolladuras en el corazón y miles de intentos de reparación arrastramos un cuerpo en decadencia y un deseo cada vez mas descontrolado. Varios derrames emocionales y la convicción que nadie sabe lo que hace pero hay que fingir que sí. La vida no fue mejor desde ahí.
El app de “ser alguien en la vida” exigía pues una actualización. Amenazaba un colapso irreparable si no se presentaba un plan de acción inmediato. Te estás tardando. Sé un hombre!!!! El margen de error se redujo dramáticamente: si antes la cagabas 100 veces ahora no puedes cargarla más de 10 y así hasta que no queda ninguna oportunidad como se te acaban las vidas en un videojuego. A quejarse a su casa que puedes ser tachado de "poco hombre". Amé/odié, aprendí/ desaprendí, me contuve/ me dejé ir; callé/ grité…me quedé/ me fui…me domestiqué. Escribí tanto que terminé por botar todo / dejé de escribir, eso es de quinceañeras o de perdedores. Que eso chaval, no sirve, que te lo digo, que es perdida de tiempo, que hay que ser un buen competidor, un exitoso macho alfa que sabe obedecer. Esas diálisis me dejaron vacío, sacar lo que no te da para vivir o para llenar con las ideas productivas como el éxito (hasta tomé un curso de cómo ser un cabrón sugerido por una ex jefa feminista que no dejaba de ser un macho consagrado, clasista, racista y prejuiciosa), la estabilidad, la obediencia, el futuro, las expectativas, la fabulosa promesa de fluir en el río de la normalidad. Y la normalidad me hizo ser un candidato para lograr muchos de mis sueños, ser elegido por una gran mujer como su compañero y un posible buen padre aunque el tedio de esta etapa nos pega a todos y terminé siendo un hombrecito normal, tan extraordinario como cualquiera, que terminó por perder el respeto de todos y de ella. El diagnóstico fue: se acabó, todo es tan frágil así que, sin chillar y a otra cosa mariposa.
Y llegar a un punto en el que -por alguna razón debes sentirte orgulloso- encontrar un propósito y dejarte ir hasta morir que esa es la idea general. Saber estar roto, sin tanto drama. En una encuesta en Estados Unidos preguntaron a miles de estadounidenses por qué van a trabajar todos los días y la mayoría coincidió (acertó) a decir que “porque todo mundo lo hace”…la motivación de segundo fue para pagar las deudas y una tercera fue para “trascender”. Que hay que ser productivo porque si no nadie te verá. Y este protagonismo tan inculcado y tan arraigado nos lleva a una carrera despiadada a la que llegamos a estrellarnos de frente con la realidad.
La adultez en pleno. El simulacro más bien orquestado y elegantemente eficaz. Encajaste? Los requisitos son simples y básicos. Pretender que ya lo entendiste todo, pretender que todo está cool. Que ya eres más que un adulto, casi un viejo rabo verde. Todo va bien hasta que algo te sacude, la negatividad que fuiste guardando debajo del sillón en tus diarios argumentos de “bien vivir” ahora te saltan de la nada. Nadie te aseguró nada y comprendes que solo hay dos tipos de adultos (como hay dos tipos de motociclistas) los que cayeron y los que van a caerse. Y caes y el resto es volver a levantarse. con uno que otro "poco hombre" y "te faltan huevos". Uno que otro buen comentario y una tímida recomendación....cientos de likes de gente que no tiene ni idea de quien eres.
Pero, flaco, otra vez? No todo son malas noticias. Flaco, déjala correr!
Compi, ahí empieza todo. Cuando ya nada de eso te importa. Cuando definitivamente no tienes nada que demostrar, nada que ocultar.
Una cosa es saber qué día naciste y tú secuencia de afortunados o desafortunados eventos vitales y otro es el verdadero nacimiento, ese día que te das cuenta el por qué es que estás aquí. No es tan romántica la llegada, sólo veamos como es la despedida, es más bien un tour personalizado que va del tamaño de tu corazón. No preguntas ya “qué te pasó”, preguntas un simple y raja tabla “quién te pasó”. Al final todos improvisamos a partir del desencanto de la vida y aprendemos a vivir con lo que queda, haciendo malabares como los chinitos, tratando por todos los medios de no caer y no enojarse (porque el que se enoja pierde).
tan extraordinarios como cualquiera...
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