Cualquier logro, en cualquier orden, trae consigo un empobrecimiento interior. Nos hace olvidar lo que somos, nos priva del suplicio, la movilidad y el reto de nuestros propios límites. Los mexicanos hemos demostrado tener una terrible confianza en nuestros pequeños logros y lo dicho anteriormente aplica más que nunca, no tenemos una cultura en la que aplique la filosofía del "dejar ser" cuando nos hemos conformado con nuestra última victoria -que tal vez unos 700 años nos ha durado-. Por eso cuando leemos filosofía oriental la arrastramos a nuestra ideocincrática y heróica actitud de ser perdedores.
Seguir creyendo en que somos buenos por nuestros logros, por cultura, nos ha hecho olvidar lo que nos falta por hacer.
Habrá que ser nuestro más afilado crítico, saber que sabernos "buenos" es lo que más mal nos ha hecho.
Seguir creyendo en que somos buenos por nuestros logros, por cultura, nos ha hecho olvidar lo que nos falta por hacer.
Habrá que ser nuestro más afilado crítico, saber que sabernos "buenos" es lo que más mal nos ha hecho.
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