A veces
A veces se necesitan unos brazos que nos contengan. Una mirada que no nos juzgue. Un silencio que nos reconforte.
Lo entendí cuando vi a mi madre llorar. Entonces aprendí que un guerrero después de regresar de una dura batalla quiere ser abrazado por ese pequeño pretexto que lo hace pelear, sí, pero también ese pequeño pretexto para seguir de pie y regresar siempre al lugar de partida.
Lo entendí cuando vi a mi madre llorar. Entonces aprendí que un guerrero después de regresar de una dura batalla quiere ser abrazado por ese pequeño pretexto que lo hace pelear, sí, pero también ese pequeño pretexto para seguir de pie y regresar siempre al lugar de partida.
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