El árbol del sueño
Un árbol daba como fruto sueños. Los hombres trepaban por sus ramas y arrancaban el que les parecía más maduro, el más sabroso. Las mujeres a veces dejaban que cayeran y los dejaban rodar por su regazo. Todos amaban comer el fruto de ese árbol. Hasta que un día el árbol dejó de dar fruto, los hombres y las mujeres renegaron, se encolerizaron y decidieron quemar ese árbol que parecía más infertil. Al destruirlo lograron darse cuenta de lo que habían hecho. Entonces antes que terminara de quemarse, decidieron meterse en la llama que terminaría con el último pedazo de árbol.
Desde entonces, en el lugar de ese árbol nace un niño y una niña que nacen de espalda y ciegos. Al poder caminar emprenden su viaje, sin sentirse, sin sospecharse vagan a tientas impulsados por su propia sed. Con el tiempo una mirada se les forma y un corazón se les hace latido que anhela sincronía. Todo, de pronto les da pistas para regresar al punto de partida. Al irse acercando van reconociendo un árbol de ceniza y el hilo que les brota del pecho es un susurro que los hace entender que ellos son el sueño de aquella noche en la que los hombre y las mujeres compartieron el mismo sueño.
Desde entonces, en el lugar de ese árbol nace un niño y una niña que nacen de espalda y ciegos. Al poder caminar emprenden su viaje, sin sentirse, sin sospecharse vagan a tientas impulsados por su propia sed. Con el tiempo una mirada se les forma y un corazón se les hace latido que anhela sincronía. Todo, de pronto les da pistas para regresar al punto de partida. Al irse acercando van reconociendo un árbol de ceniza y el hilo que les brota del pecho es un susurro que los hace entender que ellos son el sueño de aquella noche en la que los hombre y las mujeres compartieron el mismo sueño.
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