requiem por un día
Mi futuro y yo lloramos por un día. La muerte de un día no sólo se representa con un tache en un calendario cuando ya ha pasado- es la semejanza de una cruz en un cementerio por la muerte de un hombre-; la muerte de un día también sucede desde antes de que llegue -lo matamos antes de vivir-, por que un día existe desde que se piensa en él; la muerte de un día va más allá que 24 horas de un tiempo perdido, la muerte de un día es por que cuando uno piensa en ese día piensa en un tiempo soñado; más que los segundos combinados por latidos, está la sensación de querer vivir para disfrutar el tiempo que ofrece un día anhelado; más que por las acciones o por los sujetos y objetos que se habrán de dar cita en la coreografía del ser y estar, en el aqui y el ahora se tiene , ya, la nostalgia de no haber podido vivir ese día como se deseaba. Y duele no mirar a los ojos y dejar que nos mire ese día. Hoy murió definitivamente un día y habrá que enterrarlo, llorarlo y entrar en duelo, con él se va el sueño, la ilusión de esperar su amanecer y despedirlo en la noche -un día camina, respiera se mueve, se alegra, se pone triste y muere-; hoy, después de una agonía insoportable, este día terminará en una tumba de días, y sin poder darle una explicación da su último respiro y de por que ahora ya no llegará, terminará esa espera de verlo nacer con el sol y vivir y morir de causas naturales con la noche -esa era su razón de vida-. Por que un día esperado tiene una razón única de vida: cambiar los días que le seguirían, sino es sólo un día genérico, un día que buscará como perrito en una perrera, quién lo quiera adoptar. Hoy lo enterramos y le damos el honor que merece -en él se ponían un puñado de sueños- y le damos santa sepultura en el cementerio del "pudo haber sido"; hoy mi futuro y yo volvemos a perder la fe sobre las fechas. Despedimos alguna vez un 18 de octubre, despedimos un 12 de abril, un 24 de agosto, un 6 de mayo, un 2 de octubre, un 10 de diciembre y tantas fechas más que nos es imposible volver a creer en el tiempo y sus mediciones. Que despiadada esa sonrisa del calendario, esa mueca que se le dibuja al tiempo cuando requiere ser contado: los relojes, los calendarios ya no me sirven, me niego a vivir con base en ellos, tiro los calendarios, mis relojes serán de ahora en adelante una pulsera o un adorno que podré guardar como las mujeres guardan los anillos. Hoy murió un 25 de marzo. Y éste loco, junto a su futuro saben bien que no fue sólo una fecha, un devenir, un evento, un cruce en el tiempo. Y pensar que una decisión lo pudo haber salvado, pero como el oxigeno, no llego a tiempo y a´si tenía que ser. Murió la esperanza, murió la idea de que a partir de ahí la vida cambiaba, que los amaneceres serían distintos a partir de ese momento en el que ese día pudiera ponerse de pie. Era un promesa, un compromiso, una cita, era una certeza en medio de tanta y tanta incertidumbre, era el motor, el dead line de la soledad. Era algo que, desde acá, estaba basado en una verdad irrefutable, incorruptible, intacto en su naturaleza. Y hoy no queda más que la misma sensación vaga de que no hay nada seguro, de que los días podrán ir y venir y esa resignada idea de que la flecha del tiempo apunta siempre hacia la muerte. Ese día se convirtió en una consecuencia, una baja en la guerra de la conciencia, en un castigo totalmente merecido, en una fecha más que morirá y que me apresuraré en vivir y vagar cuando tenga que pasar por su ausencia, es decir por el hueco en la sucesión de días que desde ahora ya dejó -por que sin un dia muere, lo que desfila en la línea del tiempo es la ausencia de un día, un hueco que borra la sonrisa de querer amanecer-. Representa ahora la tristeza de convertirnos nuevamente en la antesala de una decisión, en borrar un camino y soñar una ruta. Hoy murió un 25 de marzo y no sé a quién carajos le importe, me importa a mi y a mi futuro. Lo borraré de mi vida y con él los días que se enumeren. NO hubo el valor para darle vida, no hubo la urgencia de dejarlo existir, dejarlo venir...con nuevas noticias, con la promesa de nuevos amaneceres. Hoy muere y con él parte de mi. NO sé porque siento que la vida se ha empeñado en no dejar vivir mis sueños, quién carajos se ha apropiado de los pequeños detalles que engendran mi esperanza, me niego y por eso no nnumeraré mis días...y me encabrona que yo no pueda decidir que los días vuelvan a ser una promesa escrita en un papel -por que para mi eso eran los calendarios- y firmada por la esperanza. Hoy confirmo mi autismo de calendarios, y empiezo a ver que otros días empiezan a morir uno a uno. Se despiden de mi y yo de ellos. El futuro no tiene tiempo.
Por favor un minuto de silencio por un día que se muere y con el todos los sueños que tuvieron su razón de ser, la vida que cambiaba después de ese día, se agazapa, se posterga por que he sido dictaminado como un lisiado de la verdad y las ganas de seguir esperándolo se extinguen junto a este texto. Moverse es lo que queda, olvidar las fechas, para qué son?, para que toda esa estúpida puesta en escena del número, si un número jamás ha descifrado la intensidad de nuestro anhelo o la cantidad de vida que podamos vivir en 24 horas. El día ya no nos agarrará desprevenidos, será nombrado por los instantes y bienvenido cuanod abramos los ojos o caminemos por él. Será medido por un amanecer afortunado y silencioso o sórdido y ruidoso; por una noche acompañado o en soledad, por que fuimos conmovidos o nos heló. Y se esperarán con el único nombre que me viene bien ponerles: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, lunes, martes, miércoles y así hasta que no tenga boca para anunciar su llegada a mi corazón y despedirlos con la mano de mi memoria.
Descanse en paz el 25 de marzo del 2006.
Por favor un minuto de silencio por un día que se muere y con el todos los sueños que tuvieron su razón de ser, la vida que cambiaba después de ese día, se agazapa, se posterga por que he sido dictaminado como un lisiado de la verdad y las ganas de seguir esperándolo se extinguen junto a este texto. Moverse es lo que queda, olvidar las fechas, para qué son?, para que toda esa estúpida puesta en escena del número, si un número jamás ha descifrado la intensidad de nuestro anhelo o la cantidad de vida que podamos vivir en 24 horas. El día ya no nos agarrará desprevenidos, será nombrado por los instantes y bienvenido cuanod abramos los ojos o caminemos por él. Será medido por un amanecer afortunado y silencioso o sórdido y ruidoso; por una noche acompañado o en soledad, por que fuimos conmovidos o nos heló. Y se esperarán con el único nombre que me viene bien ponerles: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, lunes, martes, miércoles y así hasta que no tenga boca para anunciar su llegada a mi corazón y despedirlos con la mano de mi memoria.
Descanse en paz el 25 de marzo del 2006.
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