INCONTINUUM

sábado, junio 04, 2005

La incomodidad del que pronuncia

"De la abundancia del corazón habla la boca"
Proverbio Judio
Constantemente me siento incómodo conmigo mismo y con lo que digo -me reto, me observo- ¿ese es el principio de estar en movimiento, de ser mejor? no lo sé, pero siento una profunda responsabilidad por quedarme a ver en que se transformará cada palabra, corro tras ellas como el hacedor de papalotes que en algún momento se olvida que fue creador de un artefacto de papel y madera; y , luego, de pronto no ve más un cometa, sino que empieza a ver un pájaro que se les escapa en el cielo y absorto se deja hipnotizar en esa belleza desinteresadamente ajena. Lo dicho ya no nos pertenece...también por ejemplo podría parar aqui y preguntar: ¿qué no hemos dicho que nos haga sabernos co-habitados y mágicamente amados tu y yo? Todo y nada. ¿Qué hay que empezar a callar para que nos siga asombrando, para que nos siga rompiendo en este acto creativo que es nuestro amor? ¿Qué se alivia cuando decimos algo, qué se hecha andar y que se para cuando brota una palabra y la decimos? ¿Qué universo se expande y cúal se colapsa? ¿Cómo nos acerca y nos aleja? ¿Qué realidad martillamos? ¿Qué de nosotros se vacía? ¿qué del otro se llena? Y esa, amada mía, es la danza que bailamos todos los días en el que nos leemos. Entonces no se trata de tener conciencia de lo que hay que decir y decirlo, de sentir el impulso y tener la posibilidad de ser el canal de esa latencia, más bien habría qué pensar en darle continuidad creativa (la inevitable responsabilidad de ser un pequeño Dios), callar para ver el efecto que provocan una vez fuera de nosotros, dejar que las palabras se hagan cuerpo, engendren actos, que siembren mundos posibles y habiten los espacios que el silencio ha construído en el corazón del otro.

Entonces, sólo entonces mi niña, las palabras empiezan a pronunciarnos.